No cabe duda de que estamos inmersos en una nueva era de digitalización global. Los flujos entre países, ciudades y regiones se han incrementado sobremanera gracias al desarrollo del transporte, el auge de las transacciones y la conectividad digital. Para que no se nos olvide, McKinsey Global Institute nos lo ha vuelto a recordar en su estupendo y reciente informe Digital globalization: The new era of global flows, de marzo de 2016.
Este acercamiento, que podría parecer netamente económico, está sin embargo estrechamente ligado al crecimiento exponencial de las grandes ciudades –megacities– y los grandes territorios metropolitanos. No en vano, la misma compañía nos deslumbraba hace pocos meses con una nueva actualización de su app Urban World, un paseo virtual por el planeta con la información demográfica actualizada de las grandes ciudades.
Sin embargo, existe una cara menos amable relativa a la movilidad global que estamos experimentando en este arranque de siglo. Las ciudades más vertiginosas deben su crecimiento, en su mayor parte, a la aparición y consolidación diaria de nuevos slums, ubicados generalmente en la periferias menos desarrolladas. En la Ciudad de México, por ejemplo, se prevé para este año un aumento de población de 4.795 personas al día. Un interesante mapa mundial interactivo, con la estimación hasta el año 2030, ilustra esta idea de forma contundente.
En época reciente se han abordado desde la arquitectura problemáticas diversas relacionadas con el alojamiento de emergencia (recuérdense las felices soluciones habitacionales propuestas por el Pritzker Shigueru Ban). Sin embargo, queda pendiente el gran reto de la integración de estas pseudo-ciudades en la estructura urbana, especialmente cuando no se controla la variable tiempo.
Cuando el período de pervivencia está fijado, todo es más fácil. Así ocurre en la sugerente ciudad efímera del Burning Man Event, una concentración hippie que reúne durante una semana a 70.000 personas en el desierto de Nevada, bajo la filosofía del leave no trace (un modo extremo, pero coherente, de entender la resiliencia urbana).
No ocurre lo mismo en el dramático fenómeno del desplazamiento masivo de refugiados. Éste es quizá el más terrible problema urbano ligado a la movilidad de nuestros días: millones de personas se ven desplazadas por circunstancias sociopolíticas –en las que a menudo no falta la persecución religiosa–, con la consiguiente angustiosa necesidad de alojamiento temporal. La UNHCR (UN Refugee Agency) ofrece en el Globbal Appeal 2016-2017 unos datos tan estremecedores como apremiantes.
Adoptando una visión global –escala que actualmente maneja con naturalidad nuestra profesión–, parece obvio concluir que los slums y los refugee camps son los dos grandes y verdaderos retos urbanos del siglo XXI. Desafíos que cuestionan nuestra capacidad de planificación y ante los que no deberíamos apartar la mirada.
Juan Ramón Selva Royo
Black Rock City, ciudad efímera de una semana en el desierto de Nevada (EEUU). Fuente: Jim Urquhart/REUTERS, 2013.
Crecimiento de población urbana mundial entre 1950 y 2030 (fragmento). Fuente: Luminocity3D.org/United Nations, 2014 – D.A. Smith, CASA UCL.